La familia tiene un alma común y una conciencia común. Esa alma y esa conciencia cuidan tres órdenes fundamentales.

La familia tiene un alma común y una conciencia común. Esa alma y esa conciencia cuidan tres órdenes fundamentales.

Así comienza una parte del libro de Bert Hellinger » El manantial no tiene que preguntar por el camino» (Pág.20 y 21), en el cual de forma muy clara explica estás tres leyes que existe en todos los sistemas.

«La familia tiene un alma común y una conciencia común. Esa alma y esa conciencia cuidan tres órdenes fundamentales.
El primer orden es: cada miembro del sistema, vivo o muerto, tiene el mismo derecho a pertenecer.
Si dentro de ese sistema a algún miembro se le niega el derecho de pertenencia, por ejemplo mediante valorizaciones morales tales como: “Él es un canalla”, o “Él es un bebedor” o “Él ha tenido un hijo natural” o cualquier otra cosa que se diga acerca de él, eso tiene las mismas consecuencias. En ese caso hay determinadas personas que pretenden tener más derecho a pertenecer porque se consideran mejores. Pero el alma familiar no diferencia entre buenos y malos en ese sentido. Porque lo que llamamos el mal es sólo otro aspecto de la diversidad sobre la que puede erigirse el bien. Sin el mal no existe el bien. Una persona que es totalmente buena es terrible. O la persona que se considera perfecta es terrible. También es peligrosa. Aquellos que se consideran mejores son peligrosos. Estando cerca de personas que se consideran comunes uno se siente tranquilo y siente que forma parte.
Cuando a algún miembro de la familia se le niega el mismo derecho de pertenencia, el alma familiar o la conciencia familiar trata de restablecer el orden mediante una compensación. Ese es el segundo orden fundamental que cuidan el alma familiar y la conciencia familiar. Por regla general para ello, la conciencia familiar conecta a una persona nacida posteriormente con la apersona que fue excluida de manera que lo reemplace (como compensación). La persona nacida posteriormente entonces sufre como aquél y se vuelve como aquél. A través de él, el sistema ahora tiene que enfrentarse nuevamente con el bien y el mal.
Para esa persona nacida posteriormente la solución sería que reconozca la dignidad del excluido, o a aquel cuyo destino despierta miedo en los demás, motivo por el que lo excluyen y olvidan, como a veces mujeres que murieron en el parto. Reconociendo la dignidad de esas personas se logra la compensación. Así el sistema queda en paz y no es necesario que algún miembro posterior los reemplace.
Eso entonces son los primeros dos órdenes del fundamentales: el mismo derecho de pertenecía y la compensación por la pertenencia denegada.
El tercer orden fundamental exige que aquellos que estuvieron antes en el sistema tengan prioridad ante los que se agregaron posteriormente. El alma familiar y la conciencia familiar entonces cuidan sobre todo el derecho de los anteriores y sacrifican a los que llegaron posteriormente como compensación. Si la prioridad de los anteriores es respetada, los posteriores quedan libres.»

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